martes, 17 de enero de 2017

El Día de San Antón en Jamilena antaño

La festividad de San Antón sigue siendo una de las populares en Jamilena, así como en otros lugares cercanos a nuestro pueblo como Villardompardo, Los Villares o la propia ciudad de Jaén, entre otros. Fuego y animales, entre el ellos el famoso cerdo del santo, forman parte de esta fiesta popular, que si bien o se celebra de manera algo diferente guarda una especial esencia como elemento de nuestra cultura tradicional. 

En este post venimos a recordar un escrito del que fuera alcalde de Jamilena durante la posguerra, D. Rafael Castellano Pérez, el cual fue maestro nacional e investigador de la historia de nuestro pueblo tras su jubilación. En dicho escrito realizado en la década de 1980, D. Rafael recordaba cómo se celebraba en Jamilena el Día de San Antón, pero también cómo se vivía por los vecinos, con ese famoso cochinillo que andaba por las calles y era criado por todo el vecindario. Recordemos que nos decía...:

Imagen de S. Antón
en la iglesia de Jamilena

El Día de San Antón


"Como siempre el día 17 de Enero de cada año, se celebra el día de San 
Antón. Era una buena fiesta porque estaba bien pagada y preparada. Un vecino que tenía promesa echaba el llamado “Cochinillo de San Antón”. Era un cerdillo recién destetado al que previamente le cortaban el rabo y las orejas y andaba suelto por las calles del pueblo. En muchas casas le echaban comida y se criaba muy rechoncho. Nadie lo molestaba, todos lo trataban con mucho respeto, no querían cuentas con el Santo, decían que era muy vengativo. Y faltando casi el mes para la fiesta hacían papeletas y lo rifaban. Se hacía el sorteo con seriedad y el agraciado ya tenía su entonces imprescindible matanza. Y con lo recaudado se pagaba la fiesta, muy solemne siempre, campanas desde la víspera, cohetes, Fiesta en la Iglesia, más campanas y cohetes y procesión por las calles con el Santo que llevaba junto a sí un cochinillo que era la admiración de los pequeños. Pero la víspera al toque de Animas empezaban los “Chiscos de San Antón” o lumbres.  En la puerta de cada casa se encendía una. O se juntaban varios vecinos y hacían una más grande. Los que tenían luto no participaban. Los jóvenes disfrutábamos dando ronda, pero no era fácil porque el dueño de la fogata tenía un buen garrote que infundia respeto. Luego al final se dejaban esturrear las cenizas y apagar lo que quedaba. Algunos hacían rosetas que repartían entre los vecinos. El día 17, un gran baile. Eso no faltaba."